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Galería virtual de cuadros, obras figurativas, témperas y óleos, pintura de corte inconformista. Para la correcta carga de la página ignora la publicidad, no la cierres, se retira sola al rincón. La pintura no es una mera tendencia artística, es una filosofía de vida.
ArtQuid

   
 
  Retazos de una historia
La historia completa en el blog.
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“Carlos abandonó el compartimiento y cerró con fuerza la puerta corredera tras de si.
Haciendo un supremo acopio de fuerza de voluntad me incorpore hasta quedar sentado, di dos caladas al porro y me levante. Baje la ventanilla, y un gélido viento nocturno me abofeteo sin piedad la cara.
El tren en aquellos precisos momentos comenzó ha entrar en una pronunciada curva, yo medio asome la cabeza por la abertura de la ventanilla y de mis ojos empezaron ha brotar lagrimas casi de inmediato.
Pasados unos segundos pude ver toda la longitud de aquel convoy ferroviario amoldándose a la curva, todos y cada uno de los vagones aparecían iluminados cual árboles de Navidad, gracias al efecto distorsionador que producían en mis ojos las lagrimas arrancadas por el helado viento.
Mientras la locomotora tiraba con fuerza de los vagones, mi mente se iba liberando y quedó literalmente al ralentí. La sensación de frío, de velocidad, y la belleza plástica de aquel tren cortando la noche como una flecha en busca del blanco, me extrajo de la realidad de aquel habitáculo.
Quizás mi subconsciente intentaba poner en orden todo el barullo de datos que en las últimas horas me habían saturado.
Las preguntas revoloteaban como buitres en el cielo a la vista de posible carroña. ¿Qué hubiera sido de mi, en el supuesto de haber nacido en Galicia? ¿Sería un puto traficante? ¿Fumaría todo el día tabaco rubio de contrabando? ¿Era todo tan turbio como lo contaba Carlos?
¿Hasta que punto podía creer en lo que dijera un Cura fornicador? ¿Hasta donde serían capaces de llegar en caso de enfrentamiento? ¿Hasta matarse? ¿Cuál era el verdadero motivo de la disputa? ¿Dinero? ¿Pruebas? ¿Se escondía algo en casa de la abuela? ¿Porqué sentía la suficiente curiosidad como para estar dispuesto ha involucrarme? ¿Dónde dormiría al llegar a tierras Gallegas? ¿En casa de la abuela? ¿Actuaría Antonio a la primera oportunidad? O por el contrario ¿Esperaría a que se vayan los familiares periféricos no implicados? ¿Porqué sentía un acuciante deseo de venganza canalizado hacia tía Claudia?
Preguntas y más preguntas... Al fin dejaron de revolotear como aves carroñeras sobre mi mente... y observe a través de mi lagrimoso campo visual, que la locomotora y todo el convoy habían desaparecido al atacar una curva a la derecha.
A lo lejos podía ver un pequeño pueblo débilmente iluminado ensartado como una minúscula joya en una pétrea y oscura serranía... “

 
 
Los recuerdos salieron a mi encuentro, haciéndome retroceder en el calendario hasta los 11 años. La tapia que rodeaba el jardín-huerto había sido el escenario de nuestros juegos y chanzas infantiles, creí ver a mi hermana, a mis primos y a mí mismo subiendo por la parte baja del muro, riendo y llegando a lo más alto, cerca de las ramas de los árboles. Conservo una cicatriz en la rodilla derecha fruto de una caída originada al calor de un duelo de espadas en lo alto del muro. Nos subíamos a los árboles que nuestra imaginación convertía en palos de mesana o de trinquete de un fantástico galeón que surcaba veloz nuestra infancia. La abuela no hacía más que preocuparse por nuestras caídas y golpes, llegando su desesperación al máximo cuando vio una liana colgando de una de las gruesas ramas del árbol más alto del jardín. Regalo de nuestro tío Felipe. El juego del abordaje, desde la tapia a la liana fue el más intenso de aquel verano. 

 

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“Mi madre volvió ha otear por la ventana sus dominios infantiles.”
 
- No entiendo nada de caza -reconocí- desconozco si en diciembre se puede cazar en Galicia, o si por el contrario esta vigente la veda. Si no es temporada de montería, ¿Qué hacían vestidos de camuflaje? ¿Porqué portaba armas en la entrada de la casa?
 
“Me acerqué a la ventana donde soñaba mi madre con risas perdidas en el páramo del tiempo, por un momento creí rozar la visión de unas niñas corriendo detrás de un cachorro, mientras una voz adulta las animaba a detener la injusta persecución.”
 
- Creo recordar que tu abuelo por estas fechas salía de caza, me perdonaras, pero han sido veintiocho Navidades sin venir por casa, no recuerdo que especies se baten en diciembre.
 
“El cristal reflejaba el abatido rostro de mi madre, las vistas del huerto-jardín se arropaban con la oscuridad creciente, aumentando la sensación de humedad y misterio.”
 
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- Felipe se deslomó trabajando para la abuela por dos, quería que su hermanito Enrique estudiara en la universidad y convenció a la abuela que tener un abogado en la familia no podía ser malo.
 
“Rey de negras, tío Antonio. Rey de blancas, tío Felipe. Reina de negras, prima Raquel. Reina de blancas, tío Enrique.”
 
- Sabes que tu tío Enrique mantiene una relación muy intensa con tu primo Carlos.
 
“Sorpresa. El capullo de Carlos sin mencionar ni una sola palabra de interés sobre las blancas.”
 
- No, -mentí- nunca hablamos del enfrentamiento, ni de las relaciones positivas que se dan en la familia. –
 
“Mi madre me miró con cara de incredulidad, sabía que nuestras noches de juerga no versaban solo en mujeres y alcohol.”
 
- A pesar de la distancia que les ha separado estos dos últimos años -me dijo confidencialmente mi madre- han sabido mantener el trato, ya que antes les he oído hablar de cartas y llamadas telefónicas.
 
“Habíamos llegado otra vez a la altura de la empañada ventana. Nos quedamos un rato pensando en nuestra particular visión del asunto y en la posibilidad de que la abuela nos sorprendiera incluso después de habernos abandonado.”
  
- Esta claro que vosotros vais ha ser las piezas grises en esta partida de ajedrez a tres bandas -le–susurré a mi madre-
 
“Me observó con ojos tristes, su querida madre emprendió viaje sin conseguir arreglar los asuntos de este mundo en lo referente a su numerosa descendencia.”

 
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“Enfilé las escaleras con decisión, subí la cremallera de la cazadora y busqué al tacto el bulto del paquete de tabaco.
Cambié de opinión en una fracción de segundo, girando bruscamente hacía los servicios. Aproveche el momento más intimo de la existencia humana para liar con arte, un canuto perfecto. Abrí la puerta husmeando los alrededores, no tenía tiempo para entretenimientos, me resultaba acuciante inventariar a toda la familia, sin olvidar a nadie. La ayuda de Carlos para este menester resultaba obvia, al margen de haber quedado con él en la soledad del jardín-huerto.
Bajé las escaleras de tres en tres, frené en la esquina, oteé a la izquierda y aprovechando la ausencia de gente me escabullí por la puerta lateral al modo de una exhalación.
La noche me envolvió con su manto negro y me susurró al oído viejas leyendas; la de la niña que se perdió en el monte, y al caer la noche, los que la buscaban y gritaban su nombre en la oscuridad, vieron en compañía de lobos que merodeaban al ganado; la del niño que se introdujo solo en la gruta jugando al escondite, y nunca más se volvió ha saber nada de él; la leyenda de la manada de lobos que acechaba las casas en noches de viento para llevarse a los niños que escapaban de sus camas para explorar la noche a la luz de una linterna.
Leyendas para asustar niños y dejar poso en el adulto que llevan dentro.
Mi abuela decía: El lobo, nuestro ancestral enemigo, no aúlla a la luna, sino a la obra del hombre.
Llegué al pie del muro de nuestras chanzas infantiles, la noche se pobló de seres trasparentes que no se dejaban ver, duendes y brujas me susurraban en boca del viento que mecía las ramas de los árboles. Lobos hambrientos acechaban en la juguetona oscuridad.”
 
- No seas cabrón y sal de tu escondite.
 
“El rumor de las ramas rozó mis oídos, me hablaban de juegos olvidados y de infancias perdidas.”

 
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- ¿Recuerdas el choque de dos veloces bicicletas enfrente de la entrada principal? –-Le pregunté- ¿Recuerdas a los dos heridos leves que fueron castigados con no tocar las dos ruedas el resto del verano?
 
- Recuerdo a tío Enrique muy enfadado ya que lo vio casi todo, os limpió y curó los rasguños de rodillas y manos a ti y a nuestra prima Ana.
 
“Me relamí de placer al encauzar la conversación por mis derroteros, ayudado en gran manera por los recuerdos de veranos inolvidables que compartíamos.”
 
- Lo bueno es que nos arreglo las horquillas de las bicis, -Recordé con cariño- y nos consiguió dos ruedas delanteras que sustituyeran a las inmoladas en el brutal choque.       
 
- Siempre se le dio bien estar a la altura de lo que lo niños esperan de un adulto.
 
“Un pájaro batió sus alas con fuerza al elevarse en el aire, desapareció envuelto por los rumores de la noche invernal.”
 
- Lo malo es que puso en conocimiento de vuestros padres el percance, y las reglas del juego... -Tenté a Carlos-
 
“Las reglas de aquel juego de bicis consistían en esencia en pasar lo más veloz, y lo más cerca posible, de la otra bicicleta que se acercaba rauda en sentido contrario.”
 
- No parece que en el fondo fuera mala persona, simplemente se comportaba cómo una persona madura y responsable.
 
“Carlos defendía la memoria que conservábamos de tío Enrique a brazo partido. Su tono de voz no podía ocultar la emoción que hacían aflorar en su mente ciertos recuerdos ocultos en los rincones más íntimos de la memoria.” 
 
- La abuela -recordé- se empeño en candar las bicicletas con una gruesa cadena a la vieja argolla de atar al ganado...
 
- Ella y tío Enrique discutieron largo rato sobre lo ajustado del castigo, él sabía que yo estaba involucrado en la elaboración de las reglas del juego...
 
- Siempre te mostró un afecto especial, tengo que reconocer que eras, al contrario que yo, un niño muy sociable y cariñoso.
 
 
 
 

Dejó de apreciar las fascinantes salidas y puestas de sol a veinte millas de la línea de costa.
Empezó ha despreciar ese viento cargado de salitre que le azotaba la cara y que de joven le provocaba la sensación de ser como una gaviota mecida por Eolo. Dejó de sentir la mas autentica sensación de libertad que experimentara jamás, al cabalgar sobre las cimas de las olas de una mar enfurecida.
Empezó ha pensar en las viejas propuestas de su hermano Antonio para que participara en sus sucios y sumergidos negocios.
Dejó de tener una mentalidad sana, joven he idealista.
Empezó ha recorrer el largo y sinuoso camino que tiene como meta final, la vejez mental...







- Fue tío Enrique quien me ofreció hace dos años trabajo en el aserradero, con la promesa de que si acababa mis estudios la abuela me pondría a cargo del mismo.
 
- Que hay de malo en trabajar...
 
“Nos reímos a gusto un buen rato, nuestras mandíbulas cobraron vida propia. ¿Qué hay de malo en trabajar? Vaya pregunta... Igual depende de con quien trabajes, o de cual es la actividad que realices... Nos reímos con ganas, levantamos nuestras manos y brindamos imaginariamente por la abuela, ella disfrutaba viéndonos reír con nuestras alocadas y tonterías.” 
 
- ¿Qué hay de malo en trabajar para el bloque sur? –-Note la mirada de Carlos en mis ojos, a pesar de la diosa oscuridad-
 
- Las blancas, recuerda que ahora son las piezas blancas de una partida de ajedrez. -Le recordé-
 
“Los aullidos de los motores cobraron intensidad al ser acelerados, percibí extrasensorialmente el ligero derrape de las cubiertas en la gravilla. Poco a poco, sus lamentos se hicieron más y más lejanos, decididamente la abuela nos dejaba solos y desamparados en medio de la jugada que no sabíamos hasta que punto ella misma había diseñado.”
 
- Que tengo que suponer–-Carlos se movió- que la definición de blancas responde a la creencia de estar asociadas al bien, acaso son menos perversas que las negras.
 
- No trafican con drogas, el control por parte de la abuela les ha mantenido dentro de un estilo podríamos decir que tradicional... Creo Carlos, que si hay un matiz diferenciador.
 
- La impresión subliminal que siempre he percibido, es la de que intereses ocultos se escondían detrás del afecto que profesaba tío Enrique por sus sobrinos, asemejaba al agricultor que siembra la cosecha y cuida de ella pensando en la futura recolección... En aquella época la partida empezó ha desarrollarse, ya que irrumpieron en el tablero por primera vez lo que tú te empeñas en llamar piezas negras.
 
“Debíamos avanzar hacía el destino marcado por nuestros mayores, intentando darle un poco de color con nuestras acciones.”
 
- Te sentiste acaso como el grano de trigo que es recogido de la tierra, para ser introducido en un saco, en espera de ser enterrado para la siguiente cosecha.
 
- Más bien sentí que deseaban manejarme como a una pequeña marioneta que con el tiempo crecería y rentaría la inversión de tiempo realizada. No me gusta que intenten utilizarme.
 
“Sentí algo lacerante que podía llamarse piedad. Para un adolescente la familia debe ser el contrapeso afectivo y moral que contrarreste el desequilibrio hormonal propio de la edad, no un agente perturbador del concepto de relaciones humanas en formación en su mente.”
 
 



 
 

 



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"La imagen es una prueba palpable de la realidad, al cambiar la primera con el pincel, buscamos mejorar la segunda. "

Haciendo un supremo acopio de fuerza de voluntad me incorpore hasta quedar sentado, di dos caladas al porro y me levante. Baje la ventanilla, y un gélido viento nocturno me abofeteo sin piedad la cara. El tren en aquellos precisos momentos comenzó ha entrar en una pronunciada curva, yo medio asome la cabeza por la abertura de la ventanilla y de mis ojos empezaron ha brotar lagrimas casi de inmediato. Pasados unos segundos pude ver toda la longitud de aquel convoy ferroviario amoldándose a la curva, todos y cada uno de los vagones aparecían iluminados cual árboles de Navidad, gracias al efecto distorsionador que producían en mis ojos las lagrimas arrancadas por el helado viento. Mientras la locomotora tiraba con fuerza de los vagones, mi mente se iba liberando y quedó literalmente al ralentí. La sensación de frío, de velocidad, y la belleza plástica de aquel tren cortando la noche como una flecha en busca del blanco, me extrajo de la realidad de aquel habitáculo. Quizás mi subconsciente intentaba poner en orden todo el barullo de datos que en las últimas horas me habían saturado. Las preguntas revoloteaban como buitres en el cielo a la vista de posible carroña. ¿Qué hubiera sido de mi, en el supuesto de haber nacido en Galicia? ¿Sería un puto traficante? ¿Fumaría todo el día tabaco rubio de contrabando? ¿Era todo tan turbio como lo contaba Carlos? ¿Hasta que punto podía creer en lo que dijera un Cura fornicador? ¿Hasta donde serían capaces de llegar en caso de enfrentamiento? ¿Hasta matarse? ¿Cuál era el verdadero motivo de la disputa? ¿Dinero? ¿Pruebas? ¿Se escondía algo en casa de la abuela? ¿Porqué sentía la suficiente curiosidad como para estar dispuesto ha involucrarme? ¿Dónde dormiría al llegar a tierras Gallegas? ¿En casa de la abuela? ¿Actuaría Antonio a la primera oportunidad? O por el contrario ¿Esperaría a que se vayan los familiares periféricos no implicados? ¿Porqué sentía un acuciante deseo de venganza canalizado hacia tía Claudia? Preguntas y más preguntas... Al fin dejaron de revolotear como aves carroñeras sobre mi mente... y observe a través de mi lagrimoso campo visual, que la locomotora y todo el convoy habían desaparecido al atacar una curva a la derecha. A lo lejos podía ver un pequeño pueblo débilmente iluminado ensartado como una minúscula joya en una pétrea y oscura serranía... “

 

Abel Corchero
 
“Me dirigí a la habitación pensativo. Abrí la puerta lentamente, deseando que Raquel hubiera acertado en sus suposiciones. Esta era otra cuestión dudosa. Raquel se comportaba como la ama de llaves del caserón cuando suponíamos que pertenecía a la otra facción. Estaba claro que reunir la mayoría de las piezas del puzzle iba ha ser complicado. Lo primero que hice una vez dentro de la habitación fue comprobar armarios y ver si estaban vacíos. Raquel acertó. Lo segundo fue liberarme del maldito lastre de la pesada mochila. La descolgué de mi espalda y la arrojé con intenciones homicidas a un rincón. Mis ojos se clavaron en la cama, y un segundo más tarde, y medio salto después, me hallaba tumbado en la misma. Recorrí el dormitorio con la mirada, mientras una paradisíaca sensación de bienestar invadía todo mí ser y reconfortaba mis cinco sentidos.




Empezó ha despreciar ese viento cargado de salitre que le azotaba la cara y que de joven le provocaba la sensación de ser como una gaviota mecida por Eolo. Dejó de sentir la mas autentica sensación de libertad que experimentara jamás, al cabalgar sobre las cimas de las olas de una mar enfurecida.


Sin apenas percatarme de ello, me sorprendí con un cigarro en la boca y pensando en mi prima y en su juego. Mariano “el gladiador” en una cosa tenía razón. Raquel era el fiel reflejo en mí iris de una víbora sumamente sigilosa y por añadidura muy peligrosa potencialmente. No era capaz de ver todo aquel embrollo con perspectiva. Algo me nublaba los ojos del entendimiento, confié en que el tiempo y un poco más de información me ayudaran ha despejar aquella bruma.

“A veces recordaba al niño que abandonando gustoso sus imaginarios juegos, se sentaba al lado de los adultos una noche de verano para escuchar he intentar entender sus extrañas conversaciones.”
- ¿Qué representa Maite para ti? -La pregunta de Carlos me cogió de revés-
- Es una amiga a la que no veo todo lo que quisiera.
“Carlos me ofreció el porro para a continuación agacharse y recoger del suelo una piedra.”
- Deberías decirle algo, yo percibo que existe química entre vosotros.
- Vale... Deja el oficio de consejero sentimental a los profesionales.
“Carlos arrojó la piedra con fuerza hacía el lejano estanque... aguzamos el oído hasta escuchar el lejano chapoteo.”
- Es curioso cómo los sonidos y los olores nos ponen en manos de la nostalgia sin piedad alguna, la infancia perdida me llama a gritos desde el olvido...


 

“Me relamí de placer al encauzar la conversación por mis derroteros, ayudado en gran manera por los recuerdos de veranos inolvidables que compartíamos.”
- Lo bueno es que nos arreglo las horquillas de las bicis. -Recordé con cariño-
- Siempre se le dio bien estar a la altura de lo que lo niños esperan de un adulto.
“Un pájaro batió sus alas con fuerza al elevarse en el aire, desapareció envuelto por los rumores de la noche invernal.”
- Lo malo es que puso en conocimiento de vuestros padres el percance, y las reglas del juego... -Tenté a Carlos-
“Las reglas de aquel juego de bicis consistían en esencia en pasar lo más veloz, y lo más cerca posible, de la otra bicicleta que se acercaba rauda en sentido contrario.”
- No parece que en el fondo fuera mala persona, simplemente se comportaba cómo una persona madura y responsable.
“Carlos defendía la memoria que conservábamos de tío Enrique a brazo perdido. Su tono de voz no podía ocultar la emoción que hacían aflorar en su mente ciertos recuerdos ocultos en los rincones más íntimos de la memoria.”


- Recuerda que tu padre no quiere saber nada de este asunto, con su familia tiene suficiente.
- Tranquila... Entonces solo nos queda esperar. -Mentí otra vez-
- Esperar y rezar para que la abuela obrara con buen juicio cuando redactó sus últimas voluntades, no se trata de dinero, gracias a Dios no lo necesitamos, se trata de conservar intacto su sueño de poder vivir como una gran familia trabajando y siendo dueños de nosotros mismos.
- No me vengas con mudanzas indeseadas a estas alturas de la vida. -Me sobresalté ante la perspectiva-
- No estoy pensando en vivir de nuevo en mi tierra, -mi madre se emocionó- solo quiero lo mejor para esa parte de nuestra familia que bien merece la pena.
“Nos abrazamos abrumados por la inmensa, irreparable, y angustiosa sensación de perdida, de ahí en adelante teníamos que jugar en el tablero que diseñó la abuela Carmen, las piezas ya estaban dispuestas.”
- Sabes que puedes contar conmigo para todo con una excepción; Venir ha vivir aquí.


Pensé en una pieza del juego que no encajaba ni con Blancas, ni con Negras. A decir verdad, el propio tablero amenazaba con poseer más de 64 casillas, las variables posibles producían vértigo.”
- No me digas que el sagucho del Vaticano que oficiara la misa es el Padre de la parroquia de A.
- Por supuesto. -Carlos se quedó pensativo-
“Comenzamos ha bajar las escaleras a un ritmo pausado, cada uno por nuestros propios motivos personales, nos hallábamos escasos de moral.”
- De ahora en adelante, ya que compartes mi pequeño secreto, te agradecería que te refirieras a él con un mínimo de respeto... Es mi padre después de todo.
- Perdona... Se me fue el Santo al cielo.
“Nos miramos con cara de amigos que se despiden por un prolongadísimo periodo de tiempo, nos reímos un poco. Carlos sabía que su secreto estaba seguro conmigo.”
- Vete a la Mierda. -Se desahogó Carlos-
- Y que tú me acompañes todo el trayecto para verlo.
“Llegamos al final de las escaleras y miré hacía arriba, conté 18 escalones, demasiados para una persona mayor. Giramos a nuestra izquierda para enfilar el prolongado pasillo en dirección a la rustica cocina.”
- Podíamos salir por la puerta lateral y nos ahorraríamos pasar por delante de la habitación de la abuela.
- De acuerdo, todo con tal de evitar un encontronazo en el pasillo. -asentí-
“Salimos por la puerta lateral y dejando los secos rosales a la derecha buscamos la entrada principal en silencio. Pasando entre los coches aparcados me fije en sus matriculas y eché en falta el de mi padre. El todo terreno de los cazadores ya no estaba. Nos colamos dentro, enfilando nuestros pasos hacia la cocina.”
Exposición de obras.
 

Conscientes de que seguir avanzando nos llevara al abismo, intentamos con remolinos detener nuestro avance, no podemos. Damos de beber y refrescamos a las criaturas que saben gozarnos con respeto. Regamos sus huertas para que alimenten a sus hijos. Las represas hechas por ellos nos retienen pero no detienen, sus saltos artificiales nos entretienen, indomables seguimos nuestro curso. Nuestro lecho cambia al descender buscando tierras bajas que nos alejan del origen. Su industria arremete con olores y colores que enturbian nuestro generoso caudal. Todo va dejando sedimentos y porquería, las bestias salvajes no se dignan a beber en nuestra orillas, los peces hace tiempo que no nadan con nosotros. Cloacas y sumideros nos nutren, la gente nos arroja lo que le sobra y molesta, las latas y las cubiertas de coche se hunden en nuestro lecho, añoramos el paisaje de alta montaña. Cruzamos los pueblos y ciudades que componen las etapas de nuestro curso en busca del mar. Las depuradoras señalan el fin de nuestro viaje fluvial. No nos aportan nada. Desembocaremos en el gran océano para renacer en forma de lluvia.

 
En la nebulosa situada al fondo de la memoria, según se tuerce a la derecha, brilla tenue la luz de un recuerdo. Los rayos de Sol reflejados en las motas de polvo en suspensión brillaban efímeros pero con intensidad. Las baldosas de color terroso de la cocina estaban tibias al tacto, su superficie se ofrecía rugosa, olía a guiso en lenta ebullición. Las plantas del balcón se preparaban para el otoño, ofreciendo una completa paleta de colores. El muchacho observaba todo lo que le rodeaba desde un ángulo de visión situado a ras del suelo. De esta manera acercaba sus ojos a objetos que en estado erguido se le antojaban lejanos y empequeñecidos. Las patas de la gran mesa y sus cuatro sillas ofrecían su verdadera dimensión allí, tumbado en el suelo. La perrita de nombre KUKI, acudió rauda a lamer la cara de su compañero de juegos iluminada por el tenue resplandor del sol de aquella tarde de finales de verano. La atmosfera en aquella gran cocina era una verdadera obra impresionista en movimiento. La tibieza de las baldosas traspasaba la fina camiseta del muchacho, la sensación era de completa relajación. Cobraba consciencia del paso del tiempo, y lo que antes en su joven existencia se le antojaba inamovible, ahora lo percibía como volátil y efímero. Las figuras paterna y materna se recortaban a contraluz de las puertas del balcón. Ya no parecían eternos. Su mundo se tambaleo por primera vez, la cimentación sufrió un duro revés. El sol seguía brillando en su trono, las motas de polvo marcaban su propio ritmo de sedimentación mecidas por la suave brisa que se colaba por las puertas abiertas de la balconada. Los progenitores trajinaban en la cocina, desde su ángulo de visión todo eran patas. Unas estáticas, otras en movimiento, pero ofreciendo todas ellas una hermosa coreografía a sus ojos. KUKI intentaba conseguir su botín culinario del día pidiendo he insistiendo, rascando para ello las piernas de los padres. Fue recriminada verbalmente y ella se alejo con su vianda en las fauces. Percibió el movimiento como un marcador de la realidad, realidad efímera condicionada por el paso del tiempo. Creyó entender por un momento que no es el tiempo el que pasa, sino las cosas y seres que se mueven o son movidas. El tic, tac del reloj atrajo su atención, el segundero se movía mientras el tiempo descansaba. Su joven mente necesito tiempo para digerir el hecho de que él también se movía, ¡Y cuanto! ¿Sera que nuestro movimiento marca nuestro destino? –se pregunto- ¿Qué hacer? Conservar aquella imagen como un tesoro, poniéndola a salvo por el momento del fatídico paso del tiempo. O mas bien intentar proyectarla más allá del alcance del mismo, convirtiéndola en un puntito brillante en el cielo. Un nuevo lametón de KUKI en la cara le hizo enfocar la vista en los brillantes ojos de la perra, se vio reflejado en ellos y por un momento sintió una extraña sensación de estar en comunión total con el animal. El cariño que sentía por ella se acrecentó exponencialmente. Juro recordar aquella imagen sensorial hasta el último de sus días.

 
La noche me envolvió con su manto negro y me susurró al oído viejas leyendas; la de la niña que se perdió en el monte, y al caer la noche, los que la buscaban y gritaban su nombre en la oscuridad, vieron en compañía de lobos que merodeaban al ganado; la del niño que se introdujo solo en la gruta jugando al escondite, y nunca más se volvió ha saber nada de él; la leyenda de la manada de lobos que acechaba las casas en noches de viento para llevarse a los niños que escapaban de sus camas para explorar la noche a la luz de una linterna. Leyendas para asustar niños y dejar poso en el adulto que llevan dentro. Mi abuela decía: El lobo, nuestro ancestral enemigo, no aúlla a la luna, sino a la obra del hombre. Llegué al pie del muro de nuestras chanzas infantiles, la noche se pobló de seres trasparentes que no se dejaban ver, duendes y brujas me susurraban en boca del viento que mecía las ramas de los árboles. Lobos hambrientos acechaban en la juguetona oscuridad.


Correspondí a su saludo sin darle ocasión de clavar sus dientes en mi cuerpo. -Metafóricamente hablando- Me desvié a la derecha y rogué al cielo que me concediera la gracia de la soledad hasta después de obsequiarme con una gratificante ducha. Debí parecer el gato con botas, el que abarcaba siete leguas a cada paso, ya que me di de bruces con la puerta en cuatro pasos. Mi mano salió disparada hacía el pomo, mi cerebro cruzó mentalmente dos dedos inexistentes, ansiando desesperadamente que aquella puta cerradura estuviera abierta


Los recuerdos salieron a mi encuentro, haciéndome retroceder en el calendario hasta los 11 años. La tapia que rodeaba el jardín-huerto había sido el escenario de nuestros juegos y chanzas infantiles, creí ver a mi hermana, a mis primos y a mí mismo subiendo por la parte baja del muro, riendo y llegando a lo más alto, cerca de las ramas de los árboles. Conservo una cicatriz en la rodilla derecha fruto de una caída originada en el calor de un duelo de espadas en lo alto del muro. Nos subíamos a los árboles que nuestra imaginación convertía en palos de mesana o de trinquete de un fantástico galeón que surcaba veloz nuestra infancia. La abuela no hacía más que preocuparse por nuestras caídas y golpes, llegando su desesperación al máximo cuando vio una liana colgando de una de las gruesas ramas del árbol más alto del jardín. Regalo de nuestro tío Felipe. El juego del abordaje, desde la tapia a la liana fue el más intenso de aquel verano.




El agua caliente descendía por mi cuerpo arrastrando el sudor añejo de una remota noche de farra. Fue como accionar un interruptor, mi cerebro se relajó y no dictó orden alguna codificada como señal electro-química a ninguna parte de mí hastiado cuerpo. Mis putas neuronas comenzaron ha realizar malabares con los datos recogidos en las últimas horas que amenazaban con abrumar mi banco orgánico de datos. Una pregunta floreció entre aquella maraña sin sentido. ¿Qué puede ser tan importante que obliga “Al lobo” ha ausentarse el día del entierro de su madre? Mientras el agua caliente descendía en cascadas por todo mí cuerpo, intentaba desbrozar entre aquella espesura de suposiciones, opiniones y confesiones, la respuesta a una pregunta por lo menos. Respuestas que se convertían a su vez en supuestos que necesitaban a su vez de una nueva explicación. Un verdadero circulo vicioso que amenazaba con hacer saltar por los aires mi ya mermada capacidad de escudriñar en los recovecos de la situación en la que nos encontrábamos.

GIF Aurrerapena iltzailea

Retazos de el lobo gallego.
 
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Brotamos del manantial materno puros como el aire ártico, frescos como la rosa que amaneciendo descubre gotas de agua en sus pétalos. Al poco de haber iniciado el curso de nuestra existencia vienen a unirse a nuestro caudal, regueros que promueven un cambio en nuestro ser original. Recorremos paisajes montañosos a gran velocidad y con frecuentes saltos al vacío, la espuma que nos arranca la gravedad al caer se va disolviendo en riveras preñadas de flores. Los buitres leonados observan desde las alturas. Nuestro viaje pasa ha desplegar ante nosotros valles glaciares de gran belleza. La orografía de la vida nos va encauzando al tiempo que nuevas y más potentes corrientes nos hacen crecer y cambiar hasta el punto de no recordar como éramos al brotar. Las bestias salvajes calman su sed en nuestro caudal. Los hombres quieren domarnos para mover sus ingenios mecánicos. Los peces y anfibios nadan con nosotros en la misma, o en distinta dirección. Puentes unen nuestras riveras y separan a los hombres, puentes-frontera que traspasamos y olvidamos distraídos por la contribución de nuevos afluentes. La educación, la política, la religión, el sistema de consumo, las relaciones humanas, todas ellas sin excepción nos adulteran, y borran el más mínimo rastro de nuestra pureza original.

"La última cena, Marionetas, Aurrerapena iltzailea, la fuga de cristo, la teta de María"

textoalternativo

Dichas operaciones se efectúan por lógicas razones de seguridad una vez cada dos meses aproximadamente, independientemente de la estación del año, el único factor fijo es que se den unas condiciones meteorológicas mínimas. Sería una casualidad que una de aquellas entregas hubiera coincidido con el fallecimiento de la abuela Carmen. Era preferible pensar eso, que sospechar que todo obedecía a maniobras estratégicas que buscaran un posicionamiento más favorable en la nueva era pos-Carmen.


Aquí abajo enlace al blog: Galería virtual Abel Corchero.
Contenido:
Cuadros, fotografías de mi tierra, y entregas de la historia “El lobo Gallego"


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