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“Sentí que era observado detenidamente, pero al ser mi ropa completamente negra, lo más probable era que quien me observara solo distinguiera la cara. Me agaché y recogí con mis manos puñados de guijarros del camino, me desplacé de cuclillas a la derecha unos metros. Me centré en los sonidos de la joven noche, el viento producía sonidos al arrullar los arbustos desnudos, las ramas y la hojarasca del suelo se movían envolviéndome en cuchicheos que invitaban a buscar el rincón más oscuro del jardín-bosque de mi infancia. Abrí el puño izquierdo y deposité la mitad de las piedras de la diestra en él, apunté hacía la cerca de alambre de espinos que formaban los rosales dormidos, me incorporé y las lancé. Esperé contando hasta dos, y arrojé los dos puñados restantes en rápida sucesión intentando barrer la zona más amplia posible. Escuché agachado las decenas de ligeros impactos que maltrataban las ramas adormecidas, y las hojas muertas caídas a tierra. Algo silbó acercándose velozmente en el frío aire de la noche, creí identificarlo con un pedazo de palo girando loco sobre si mismo. Agaché la cabeza y la protegí con los antebrazos, el trozo de rama golpeó con fuerza una cepa, rebotando y cambiando de dirección hasta perderse en la penumbra.”
El perro se revolvió asqueado ante la insistencia del muchacho que lo mareaba, las fauces del animal marcaron su impronta en la tersa piel del niño que por una vez fallo al esquivarlo. Una pequeña gota de sangre asomó por la piel punzada, la mirada del muchacho se clavó en los cuartos traseros del perro que huía perdiéndose en la dehesa. Nunca podría alcanzarle. Además consideró que formaba parte de las reglas del juego con el animal al que consideraba su amigo. A escondidas se lavó la pequeña herida. Decidió ocultar la nueva a sus padres y abuelos que lo habían reprendido muchas veces sobre los peligros de dar la lata en exceso a ciertos animales. Cayó la noche de agosto en aquel pueblo extremeño y la familia reunida en vacaciones se junto para cenar. El niño sentado a la mesa se las vio y se las deseó para mantener oculta la herida del dorso de su mano izquierda. Al término de la cena vecinos y familiares se juntaron en la calle buscando la fresca de la noche. Unos sacaban sillas para sentarse, otros mantas para tumbarse en el suelo refrescado horas antes con baldes de agua. Los niños de la casa de enfrente gritaban liberados después de la condena de estar sentados a la mesa, salieron corriendo por la puerta asustando al gato que dormitaba en el “pollo” de la casa. El muchacho estaba en una edad intermedia, jugaba con los más pequeños y gustaba de intentar descifrar el lenguaje que utilizaban los mayores cuando querían que los niños no entendieran de qué hablaban. La mano le dolía con una intensidad palpitante que lo dejaba desconcertado. Las conversaciones de los adultos derivaban de un tema a otro con cierta facilidad, se tocaban todas las teclas del repertorio de la vida, anécdotas de gente ya difunta, la pertinaz sequía, noticias sobre vivos a los que hacía mucho que no se veía por el pueblo, las olivas, el vino, los animales… La perra de tía Antonia, llamada Violeta, arrancó en persecución de una gata sin dueño pasando por encima de una de las mantas sin ocupar, los mayores reprimieron verbalmente al animal, incluso alguno fallo en el intento de golpearla en los cuartos traseros. Perros... La noche engulló a perseguida y perseguidora. El tema de conversación de los más altos de la calle roló hacía los perros y sus costumbres, la reminiscencia de animales ya desaparecidos que vivían en la memoria de quienes los habían querido. Los perros y sus enfermedades… La conversación fluyó hacía el pueblo vecino y la historia de uno de sus mozos mordido por un perro rabioso en los años que las comunicaciones y la medicina moderna distaban un abismo de lo acostumbrado en la actualidad. Leyenda y realidad se hermanaban en la historia del muchacho contagiado de rabia por un perro vagabundo. El chaval que oculto su herida en la pierna y enfermo a los pocos meses. Se volvió violento y sus mayores se vieron obligados a ha encadenarlo a un grueso y viejo olivo. El médico no pudo hacer nada por ayudarle dado el avance de la infección por sus neuronas y sistema nervioso. Observó atónito el delirio del muchacho encadenado hasta que entro en coma. Al oír esta historia, el chaval mordido en la mano creyó que su destino estaba zanjado brutalmente. El miedo recorrió sus venas y de su boca no salió una sola palabra.
Urnieta (Gipuzkoa).
María nació en el seno de una familia humilde y trabajadora. Fue la más joven de siete hermanos. Su infancia se columpió entre siembra y cosecha, entre sabores primarios y sonidos de campo. Al tiempo que abandonaba la adolescencia, la vida le negó la pasión, castigándola con el único desamor de su existencia, que la marco de por vida en lo más intimo. Cayeron las hojas del calendario en armoniosa cadencia, el pulso económico del país disgrego a su familia. Las estaciones se sucedieron cada vez más rápido marchitando su follaje. Su edad madura paso entre siembra y cosecha, entre sabores primarios y sonidos de campo. Asistió al nacimiento de nuevas generaciones, enterrando en el camino a sus mayores. Acabó sola y sin descendencia, habitó la casa de sus padres hasta el último aliento. Una vela sigue ardiendo en otra dimensión en recuerdo de ella y sus ancestros, su tumba huele a olivos y su memoria sigue virgen. Descansa en paz en el regazo de tus antepasados.
Andaba errante por calles que no conocía de nada. El sol se desperezaba en el cielo moteado de pequeñas nubes blancas. La luz del amanecer embellecía las monótonas fachadas del barrio. Las imágenes que registraban sus ojos parecían un espejismo de la vida misma. Nunca pensó en asociar el salvaje paisaje urbano con el trascurrir de la existencia misma. Allá percibió una torre grúa que anunciaba el nacimiento de un nuevo edificio, edificio que cobijaría en su interior más historias humana s de las que puedo enumerar. La nueva vivienda crecería junto a sus hermanos mayores, que alegres, colgaban de sus ventanas y balcones telas de diferentes colores. Los barrios se le antojaron familias enteras, y la ciudad resulto ser un pueblo de barrios. Vio casas adolescentes y construcciones de mediana edad. Asilos de edificios apuntalados y médicos que curaban los males de las edificaciones. Casas con graves casos de mala salud en sus estructuras y pisos que practicaban la cirugía estética pintando sus fachadas de alegres colores. Había casas con diferentes nombres que señalaban su actividad, edificios para trabajar, para curar, para vivir, edificios para gobernar, y para retener, primeros hogares y últimas moradas, escuelas, universidades, cuarteles y un larguísimo etcétera. Recordó la tristeza de las edificaciones abandonadas, su mobiliario revuelto y saqueado, las mil historias sin nombres que gritaban las paredes y los objetos restantes. Observó camiones de obras cargados de escombros, que trasportaban los restos de la que había sido antaño una orgullosa edificación. En aquellos ladrillos rotos vislumbro su futuro esqueleto secándose al sol. ¡Espera! Se dijo, lo más probable es que los restos de la vivienda fueran utilizados en una nueva edificación, mira por donde su mente se inclino por un breve periodo de tiempo hacia la teoría de la reencarnación. Siguió vagando por calles que eran, son y serán, escenarios de nuestras vidas.
Archivé el dato, mi primo se veía aparentemente abrumado en pleno juego por una cuestión al margen de la partida, quizá su posible despiste me permitiera entrar por la puerta trasera con una pregunta sorpresa que sonsacara una respuesta involuntaria y sincera de su verdadero rol en el juego.”
- De acuerdo... Son las 7:10, deberíamos entrar en la casa... -comenté-
- Espera a que sean y media, ya nos acercaremos andando a la iglesia, vamos ha aprovechar que se acabo la lluvia y comienza el frío para darnos un paseo que nos ayude ha desbrozar esta maraña.
“Le pasé el porro sopesando la posibilidad de estar más cerca de la realidad de Carlos en ese momento que en ningún otro de nuestra vida.”
- Si, la verdad es que prefiero recordar su vitalidad antes que su última partida hacía lo desconocido.
- Y tampoco es desdeñable el hecho de mantenerse un poco al margen de todo esto aunque solo sea por unos minutos.
“No le faltaba razón, salvo en uno de los flecos de aquel nudo familiar que amenazaba con asfixiarnos, ya no quería mantenerme al margen, ni por un solo minuto. Mi intención prioritaria era ya la obtención de la máxima cantidad de datos posibles.”
- Esta buena la “china” ¿No? -Pregunté-
- Tu amigo Iñaki comercia con género de calidad.
“A veces recordaba al niño que abandonando gustoso sus imaginarios juegos, se sentaba al lado de los adultos una noche de verano para escuchar he intentar entender sus extrañas conversaciones.”
- ¿Qué representa Maite para ti? -La pregunta de Carlos me cogió de revés-
- Es una amiga a la que no veo todo lo que quisiera.
“Carlos me ofreció el porro para a continuación agacharse y recoger del suelo una piedra.”
- Deberías decirle algo, yo percibo que existe química entre vosotros.
- Vale... Deja el oficio de consejero sentimental a los profesionales.
“Carlos arrojó la piedra con fuerza hacía el lejano estanque... aguzamos el oído hasta escuchar el lejano chapoteo.”
- Es curioso cómo los sonidos y los olores nos ponen en manos de la nostalgia sin piedad alguna, la infancia perdida me llama a gritos desde el olvido...
- Abel no te pongas sentimental que te veo venir...
“Le di unas intensas caladas al porro y lo extinguí, decidido ha meter una cuña en la conversación que sacara a la palestra a nuestro tío Enrique.”
L a abrumadora soledad del niño sentado en la orilla de la playa, sus pies lamidos por las suaves olas de la marea baja, las lagrimas que resbalan por sus mejillas, la mar que las recoge en su regazo echándole su salado aliento en la carita. La impronta grabada en la memoria del adulto que observa, viendo como la inocencia del niño es asediada por el malvado imperio de los mayores. El renacer del niño reprimido que llevamos en las entrañas, un grito silencioso, ganas de despedazar el mundo entero para que renazca en pañales. La infancia defendida sin cuartel, el niño arropado por las olas, el salitre sobre su morena piel, la inocente mirada que refleja la inmensidad del mar y de nuestra soledad.
Recuerdo con la precisión de un reloj Suizo que los ingredientes de aquellas pastas me abrieron un agujero tan grande en la cabeza, que tuve la impresión de que me lo hubieran hecho con un “Magnun” del calibre 38, disparado a bocajarro sobre mi sien derecha. Agujero por el que experimente la angustiosa sensación de estar perdiendo: Memoria, sentimientos, motricidad, sentido del equilibrio, y demás cosas buenas que guardamos celosamente justo debajo del cuero cabelludo. Aquellas “pastas” convirtieron mi cerebro en un cohete que creyó subir mil metros a una velocidad pasmosa, cayendo a continuación en picado hasta impactar en el suelo, creando un gran agujero en el suelo. 10,9,8,7,6,5,4,3,2,1,0. Y el cohete salió disparado hacía el firmamento de nuevo, viendo lo bueno y sublime de la vida y de las complicadas relaciones humanas. Llegado a su punto álgido, descendió como un halcón, hasta desgarrar la presa llamada cordura he impactar en el suelo provocando un nuevo agujero que me sepulto en lo más oscuro de la mente humana, vi la maldad y la corrupción de la condición humana. Subí más y más alto, profundice cada vez más y más hondo, y cuando mi cerebro no aguanto mas aquella angustiosa sensación de vértigo, recibí con los brazos abiertos a la salvadora inconsciencia...
Sin apenas percibirlo y poco a poco, nos fuimos sumiendo en las envolventes tinieblas de la inconsciencia. Creo recordar difusa y subliminalmente, que el expreso efectuó varias paradas un tanto prolongadas y que la maldita puerta se abrió y se cerró media docena de veces por lo menos. A esas alturas de la noche me situaba en una especie de hibernación semi-inconsciente, plagadísima de despiadadas y nutridas pesadillas, que me arrastraban repetidas veces del mundo de los sueños. Haciendo coincidir mis breves vigilias, unas veces con la parada del mas que ruidoso tren en una mas que iluminada estación. Otras con el abrir y cerrar de la puerta corredera del puto compartimiento, y otras veces con la aceleración o desaceleración de aquel maldito tren. Lo último que recuerdo antes de caer total he incondicionalmente a los pies del cansancio, era la voz de Carlos hablando en sueños, decía algo así como: Puta cocaína... Dejadme en paz... ¿Qué ha hecho él? ... ¡Os vais ha acordar de esta! Y aquel puto tren siguió avanzando en la oscura y fría noche de aquel ya 24 de Diciembre de 1987.
“La pintura
es una cuestión
puramente autodidacta
sin contaminantes
ni influencias externas,
que adulteren
lo que nace
ante nuestros ojos”
Una metralleta colgaba flácida del hombro de un personaje uniformado de verde. Di un apreciable respingo y me incorpore a la vez que un rotativo rojo giraba en el interior de mi cabeza. Mire en el interior de la mochila abierta y no encontré lo que buscaba. ¡Lo que me faltaba! Sin gafas... “
No sabría decir si es la imagen de la promesa de unas prendas que caen al suelo, o más bien el telón que cae después de una obra teatral. El personaje masculino contempla la escena, pero dudo que su mentalidad oscurecida por la testosterona, sea capaz de indagar en lo más íntimo de la figura femenina. Cuando él cree verla desnuda del todo se equivoca. La verdadera desnudez de la mujer está más oculta aún. La ropa es otra capa de piel, debajo de la dermis subyacen otros estratos. Nunca se podrá estar tan cercano y lejano a la vez de otra persona. Nuestra percepción de la “realidad” tiembla y se distorsiona con el deseo. Una cosa esta clara, cuando una mujer se despoja de sus ropas, no solo se desnuda, cambia de piel.
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Recobró el conocimiento un buen rato después del impacto contra el suelo, un pequeño manantial de sangre nacía en su oído izquierdo buscando su curso natural atraído por la fuerza de la gravedad. “Su vista se entretuvo distraída en unas hormigas que marchaban a lomos de una hoja caída, el aire olía a humo.” A pesar de la conmoción se percató de que no debía quitarse el casco, notaba su sangre deslizándose lentamente por el cuello. Alzó el visor con la mano derecha sintiendo un lacerante dolor que emergía del mismo tuétano. “Entre las brumas de la conmoción vio la humareda de su avión estrellado.” En los dos últimos años asistió a la pérdida de su fe en el ser humano, nada como una buena guerra para despojar al ser humano de su humanidad y dejar al descubierto sus vergüenzas. “Surgió la bestia colectiva que llevaba dentro la especie humana.” La destrucción resulto ser masiva en el llamado mundo civilizado. La población superviviente se refugiaba en las regiones más aisladas de sus respectivos países, él mismo formaba parte de uno de los últimos grupos gubernamentales operativos de su país que conformaba un micro estado en guerra con otros países desvertebrados que luchaban por un motivo alejado del génesis de aquella contienda. Una política de desarme nuclear redujo el arsenal de las principales potencias a mínimos históricos hacía solo diez años, eso los salvo como especie. Los primeros compases de aquella guerra fueron tácticos, las cabezas nucleares existentes fueron en su mayoría utilizadas en intentar neutralizar la capacidad nuclear del adversario, pese a ello, desapareciendo varias capitales mundiales, y con ellas un gajo de la humanidad. Todos los satélites que giraban en órbita alrededor de la tierra fueron destruidos, la industria se paralizo por falta de energía, centrales térmicas y nucleares destruidas, pozos petrolíferos y de gas natural ardiendo, refinerías machacadas, presas y embalses atacados, minas inutilizadas, vías ferroviarias eliminadas, carreteras sin puentes que no llevaban a ninguna parte, y así una larga lista de objetivos cumplidos. Le siguió una fase de casi un año de guerra convencional, se combatió con los recursos existentes en los arsenales, se lucho en el mar paralizando el comercio marítimo, se lucho en el aire destruyendo la práctica totalidad de la flota comercial aérea mundial utilizada en esa época para el traslado de tropas a los distintos frentes. Se combatió en tierra quedando la misma arruinada en gran parte para la práctica de la agricultura. El futuro anticipaba una era de hambre descarnada.
Se atacaron hospitales, colegios, universidades y todo tipo de instalaciones civiles, la red de agua potable desapareció en muchos países. Surgió el tifus, el cólera y demás enfermedades bacterianas. Se calculaba que el 85% del personal médico del país había perecido en los ataques a centros hospitalarios de todo tipo en la denominada “operación sanitaria.” “Solo de recordarlo se estremeció.” Alzó la vista y se encontró con sus jóvenes ojos. El chaval que le apuntaba con la escopeta de cañones paralelos le recordaba a su propio hijo del que no sabía nada desde hacía 11 meses. Pensó en los dos años precedentes y en cómo estos habían cincelado en el muchacho un rostro pétreo que miraba la vida de frente, no vio miedo en su mirada, solo desdén. Tenía dificultades para respirar, le dolía el costado derecho una barbaridad, le costó hablar. -¡Hola! De entre los matorrales surgieron otros seis jóvenes de ambos sexos con escopetas recortadas. Pensó en sacar su arma, pero esta se había perdido en la caída. La pequeña partida de preadolescentes hablo entre sí en su propia lengua. Creyó que la suerte le acompañaba por haber descendido a este lado de la frontera. El país vecino era aliado, pero tal estructura de poder se difuminaba en el humo de las explosiones. Esta guerra no tendría vencedores, solamente países desestructurados con diferentes grados de destrucción, los expertos que quedaba lo calculaban en un 90% a nivel estatal y en un 95% a nivel mundial.
El muchacho observó la caída del avión, vestía ropa de cazador muy holgada mimetizándose con el entorno a la perfección. Le pareció reconocer los colores de su antiguo país en las alas del caza de combate. De niño jugó con esos aviones en miniatura, trabando épicos combates en las alturas del espacio aéreo de la cocina de su casa. Moscas y demás insectos eran el enemigo. Años más tarde una de aquellas maquinas con otros colores en las alas, devastó su pueblo costero y a su familia. El jugaba en un monte cercano con sus amigos a las guerrillas, las chicas les siguieron a distancia para espiarles. Eso los salvo. Todo empezó a ir mal el día que dejó de recibir señal de TV el aparato de la sala. Al día siguiente se fue la electricidad de red para no volver. Teléfonos y ordenadores se convirtieron en chatarra al desaparecer internet y los satélites de comunicaciones. Pasadas unas pocas semanas comenzaron a escasear los alimentos frescos y el combustible para los generadores portátiles y vehículos. El país al igual que el resto de naciones comenzó a desintegrarse lentamente al principio, las ciudades se vaciaban poco a poco. Después todo se precipito al sufrir las principales ciudades del mundo un ataque químico sin precedentes. Una riada urbanita diezmada salió en tropel de las ciudades sorteando decenas de miles de vehículos abandonados, averiados, accidentados, incendiados. En plena fuga el adversario atacó con todos sus recursos la red viaria del estado, miles de personas murieron en las cunetas antes de que la totalidad de puentes y viaductos fueran destruidos. Las ondas de radio eran la única forma de comunicación existente a nivel civil. La gente se mataba por conseguir pilas para sus linternas, radios y demás parafernalia.
El lobo Gallego
Fumé despacio, saboreando cada calada y cada recuerdo. Una gota cayó rozándome la mejilla y trayéndome de vuelta a la realidad que me obligaba ha planificar una estrategia concreta. Debía convertirme en el lejano primo de San Sebastián que se muestra de repente afable con la familia, saludando a los tíos y primos, dando el pésame a todo dios, al tiempo que averiguaba cual era la habitación de mis padres. El cielo se mostraba mucho más limpio de nubes, estas se veían más altas y el viento parecía haber rolado al norte, la sensación térmica parecía bajar ostensiblemente. Apagué el porro y recogiendo la bolsa de plástico, me dirigí por el lateral a la entrada principal del caserón.
Empezó ha despreciar ese viento cargado de salitre que le azotaba la cara y que de joven le provocaba la sensación de ser como una gaviota mecida por Eolo. Dejó de sentir la mas autentica sensación de libertad que experimentara jamás, al cabalgar sobre las cimas de las olas de una mar enfurecida.
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"La imagen es una prueba palpable de la realidad, al cambiar la primera con el pincel, buscamos mejorar la segunda. "
Haciendo un supremo acopio de fuerza de voluntad me incorpore hasta quedar sentado, di dos caladas al porro y me levante. Baje la ventanilla, y un gélido viento nocturno me abofeteo sin piedad la cara. El tren en aquellos precisos momentos comenzó ha entrar en una pronunciada curva, yo medio asome la cabeza por la abertura de la ventanilla y de mis ojos empezaron ha brotar lagrimas casi de inmediato. Pasados unos segundos pude ver toda la longitud de aquel convoy ferroviario amoldándose a la curva, todos y cada uno de los vagones aparecían iluminados cual árboles de Navidad, gracias al efecto distorsionador que producían en mis ojos las lagrimas arrancadas por el helado viento. Mientras la locomotora tiraba con fuerza de los vagones, mi mente se iba liberando y quedó literalmente al ralentí. La sensación de frío, de velocidad, y la belleza plástica de aquel tren cortando la noche como una flecha en busca del blanco, me extrajo de la realidad de aquel habitáculo. Quizás mi subconsciente intentaba poner en orden todo el barullo de datos que en las últimas horas me habían saturado. Las preguntas revoloteaban como buitres en el cielo a la vista de posible carroña. ¿Qué hubiera sido de mi, en el supuesto de haber nacido en Galicia? ¿Sería un puto traficante? ¿Fumaría todo el día tabaco rubio de contrabando? ¿Era todo tan turbio como lo contaba Carlos? ¿Hasta que punto podía creer en lo que dijera un Cura fornicador? ¿Hasta donde serían capaces de llegar en caso de enfrentamiento? ¿Hasta matarse? ¿Cuál era el verdadero motivo de la disputa? ¿Dinero? ¿Pruebas? ¿Se escondía algo en casa de la abuela? ¿Porqué sentía la suficiente curiosidad como para estar dispuesto ha involucrarme? ¿Dónde dormiría al llegar a tierras Gallegas? ¿En casa de la abuela? ¿Actuaría Antonio a la primera oportunidad? O por el contrario ¿Esperaría a que se vayan los familiares periféricos no implicados? ¿Porqué sentía un acuciante deseo de venganza canalizado hacia tía Claudia? Preguntas y más preguntas... Al fin dejaron de revolotear como aves carroñeras sobre mi mente... y observe a través de mi lagrimoso campo visual, que la locomotora y todo el convoy habían desaparecido al atacar una curva a la derecha. A lo lejos podía ver un pequeño pueblo débilmente iluminado ensartado como una minúscula joya en una pétrea y oscura serranía... “
Abel Corchero
“Me dirigí a la habitación pensativo. Abrí la puerta lentamente, deseando que Raquel hubiera acertado en sus suposiciones. Esta era otra cuestión dudosa. Raquel se comportaba como la ama de llaves del caserón cuando suponíamos que pertenecía a la otra facción. Estaba claro que reunir la mayoría de las piezas del puzzle iba ha ser complicado. Lo primero que hice una vez dentro de la habitación fue comprobar armarios y ver si estaban vacíos. Raquel acertó. Lo segundo fue liberarme del maldito lastre de la pesada mochila. La descolgué de mi espalda y la arrojé con intenciones homicidas a un rincón. Mis ojos se clavaron en la cama, y un segundo más tarde, y medio salto después, me hallaba tumbado en la misma. Recorrí el dormitorio con la mirada, mientras una paradisíaca sensación de bienestar invadía todo mí ser y reconfortaba mis cinco sentidos.
Empezó ha despreciar ese viento cargado de salitre que le azotaba la cara y que de joven le provocaba la sensación de ser como una gaviota mecida por Eolo. Dejó de sentir la mas autentica sensación de libertad que experimentara jamás, al cabalgar sobre las cimas de las olas de una mar enfurecida.
Sin apenas percatarme de ello, me sorprendí con un cigarro en la boca y pensando en mi prima y en su juego. Mariano “el gladiador” en una cosa tenía razón. Raquel era el fiel reflejo en mí iris de una víbora sumamente sigilosa y por añadidura muy peligrosa potencialmente. No era capaz de ver todo aquel embrollo con perspectiva. Algo me nublaba los ojos del entendimiento, confié en que el tiempo y un poco más de información me ayudaran ha despejar aquella bruma.
“A veces recordaba al niño que abandonando gustoso sus imaginarios juegos, se sentaba al lado de los adultos una noche de verano para escuchar he intentar entender sus extrañas conversaciones.”
- ¿Qué representa Maite para ti? -La pregunta de Carlos me cogió de revés-
- Es una amiga a la que no veo todo lo que quisiera.
“Carlos me ofreció el porro para a continuación agacharse y recoger del suelo una piedra.”
- Deberías decirle algo, yo percibo que existe química entre vosotros.
- Vale... Deja el oficio de consejero sentimental a los profesionales.
“Carlos arrojó la piedra con fuerza hacía el lejano estanque... aguzamos el oído hasta escuchar el lejano chapoteo.”
- Es curioso cómo los sonidos y los olores nos ponen en manos de la nostalgia sin piedad alguna, la infancia perdida me llama a gritos desde el olvido...
“Me relamí de placer al encauzar la conversación por mis derroteros, ayudado en gran manera por los recuerdos de veranos inolvidables que compartíamos.”
- Lo bueno es que nos arreglo las horquillas de las bicis. -Recordé con cariño-
- Siempre se le dio bien estar a la altura de lo que lo niños esperan de un adulto.
“Un pájaro batió sus alas con fuerza al elevarse en el aire, desapareció envuelto por los rumores de la noche invernal.”
- Lo malo es que puso en conocimiento de vuestros padres el percance, y las reglas del juego... -Tenté a Carlos-
“Las reglas de aquel juego de bicis consistían en esencia en pasar lo más veloz, y lo más cerca posible, de la otra bicicleta que se acercaba rauda en sentido contrario.”
- No parece que en el fondo fuera mala persona, simplemente se comportaba cómo una persona madura y responsable.
“Carlos defendía la memoria que conservábamos de tío Enrique a brazo perdido. Su tono de voz no podía ocultar la emoción que hacían aflorar en su mente ciertos recuerdos ocultos en los rincones más íntimos de la memoria.”
- Recuerda que tu padre no quiere saber nada de este asunto, con su familia tiene suficiente.
- Tranquila... Entonces solo nos queda esperar. -Mentí otra vez-
- Esperar y rezar para que la abuela obrara con buen juicio cuando redactó sus últimas voluntades, no se trata de dinero, gracias a Dios no lo necesitamos, se trata de conservar intacto su sueño de poder vivir como una gran familia trabajando y siendo dueños de nosotros mismos.
- No me vengas con mudanzas indeseadas a estas alturas de la vida. -Me sobresalté ante la perspectiva-
- No estoy pensando en vivir de nuevo en mi tierra, -mi madre se emocionó- solo quiero lo mejor para esa parte de nuestra familia que bien merece la pena.
“Nos abrazamos abrumados por la inmensa, irreparable, y angustiosa sensación de perdida, de ahí en adelante teníamos que jugar en el tablero que diseñó la abuela Carmen, las piezas ya estaban dispuestas.”
- Sabes que puedes contar conmigo para todo con una excepción; Venir ha vivir aquí.
Pensé en una pieza del juego que no encajaba ni con Blancas, ni con Negras. A decir verdad, el propio tablero amenazaba con poseer más de 64 casillas, las variables posibles producían vértigo.”
- No me digas que el sagucho del Vaticano que oficiara la misa es el Padre de la parroquia de A.
- Por supuesto. -Carlos se quedó pensativo-
“Comenzamos ha bajar las escaleras a un ritmo pausado, cada uno por nuestros propios motivos personales, nos hallábamos escasos de moral.”
- De ahora en adelante, ya que compartes mi pequeño secreto, te agradecería que te refirieras a él con un mínimo de respeto... Es mi padre después de todo.
- Perdona... Se me fue el Santo al cielo.
“Nos miramos con cara de amigos que se despiden por un prolongadísimo periodo de tiempo, nos reímos un poco. Carlos sabía que su secreto estaba seguro conmigo.”
- Vete a la Mierda. -Se desahogó Carlos-
- Y que tú me acompañes todo el trayecto para verlo.
“Llegamos al final de las escaleras y miré hacía arriba, conté 18 escalones, demasiados para una persona mayor. Giramos a nuestra izquierda para enfilar el prolongado pasillo en dirección a la rustica cocina.”
- Podíamos salir por la puerta lateral y nos ahorraríamos pasar por delante de la habitación de la abuela.
- De acuerdo, todo con tal de evitar un encontronazo en el pasillo. -asentí-
“Salimos por la puerta lateral y dejando los secos rosales a la derecha buscamos la entrada principal en silencio. Pasando entre los coches aparcados me fije en sus matriculas y eché en falta el de mi padre. El todo terreno de los cazadores ya no estaba. Nos colamos dentro, enfilando nuestros pasos hacia la cocina.”
Exposición de obras.
Conscientes de que seguir avanzando nos llevara al abismo, intentamos con remolinos detener nuestro avance, no podemos. Damos de beber y refrescamos a las criaturas que saben gozarnos con respeto. Regamos sus huertas para que alimenten a sus hijos. Las represas hechas por ellos nos retienen pero no detienen, sus saltos artificiales nos entretienen, indomables seguimos nuestro curso. Nuestro lecho cambia al descender buscando tierras bajas que nos alejan del origen. Su industria arremete con olores y colores que enturbian nuestro generoso caudal. Todo va dejando sedimentos y porquería, las bestias salvajes no se dignan a beber en nuestra orillas, los peces hace tiempo que no nadan con nosotros. Cloacas y sumideros nos nutren, la gente nos arroja lo que le sobra y molesta, las latas y las cubiertas de coche se hunden en nuestro lecho, añoramos el paisaje de alta montaña. Cruzamos los pueblos y ciudades que componen las etapas de nuestro curso en busca del mar. Las depuradoras señalan el fin de nuestro viaje fluvial. No nos aportan nada. Desembocaremos en el gran océano para renacer en forma de lluvia.
En la nebulosa situada al fondo de la memoria, según se tuerce a la derecha, brilla tenue la luz de un recuerdo. Los rayos de Sol reflejados en las motas de polvo en suspensión brillaban efímeros pero con intensidad. Las baldosas de color terroso de la cocina estaban tibias al tacto, su superficie se ofrecía rugosa, olía a guiso en lenta ebullición. Las plantas del balcón se preparaban para el otoño, ofreciendo una completa paleta de colores. El muchacho observaba todo lo que le rodeaba desde un ángulo de visión situado a ras del suelo. De esta manera acercaba sus ojos a objetos que en estado erguido se le antojaban lejanos y empequeñecidos. Las patas de la gran mesa y sus cuatro sillas ofrecían su verdadera dimensión allí, tumbado en el suelo. La perrita de nombre KUKI, acudió rauda a lamer la cara de su compañero de juegos iluminada por el tenue resplandor del sol de aquella tarde de finales de verano. La atmosfera en aquella gran cocina era una verdadera obra impresionista en movimiento. La tibieza de las baldosas traspasaba la fina camiseta del muchacho, la sensación era de completa relajación. Cobraba consciencia del paso del tiempo, y lo que antes en su joven existencia se le antojaba inamovible, ahora lo percibía como volátil y efímero. Las figuras paterna y materna se recortaban a contraluz de las puertas del balcón. Ya no parecían eternos. Su mundo se tambaleo por primera vez, la cimentación sufrió un duro revés. El sol seguía brillando en su trono, las motas de polvo marcaban su propio ritmo de sedimentación mecidas por la suave brisa que se colaba por las puertas abiertas de la balconada. Los progenitores trajinaban en la cocina, desde su ángulo de visión todo eran patas. Unas estáticas, otras en movimiento, pero ofreciendo todas ellas una hermosa coreografía a sus ojos. KUKI intentaba conseguir su botín culinario del día pidiendo he insistiendo, rascando para ello las piernas de los padres. Fue recriminada verbalmente y ella se alejo con su vianda en las fauces. Percibió el movimiento como un marcador de la realidad, realidad efímera condicionada por el paso del tiempo. Creyó entender por un momento que no es el tiempo el que pasa, sino las cosas y seres que se mueven o son movidas. El tic, tac del reloj atrajo su atención, el segundero se movía mientras el tiempo descansaba. Su joven mente necesito tiempo para digerir el hecho de que él también se movía, ¡Y cuanto! ¿Sera que nuestro movimiento marca nuestro destino? –se pregunto- ¿Qué hacer? Conservar aquella imagen como un tesoro, poniéndola a salvo por el momento del fatídico paso del tiempo. O mas bien intentar proyectarla más allá del alcance del mismo, convirtiéndola en un puntito brillante en el cielo. Un nuevo lametón de KUKI en la cara le hizo enfocar la vista en los brillantes ojos de la perra, se vio reflejado en ellos y por un momento sintió una extraña sensación de estar en comunión total con el animal. El cariño que sentía por ella se acrecentó exponencialmente. Juro recordar aquella imagen sensorial hasta el último de sus días.
La noche me envolvió con su manto negro y me susurró al oído viejas leyendas; la de la niña que se perdió en el monte, y al caer la noche, los que la buscaban y gritaban su nombre en la oscuridad, vieron en compañía de lobos que merodeaban al ganado; la del niño que se introdujo solo en la gruta jugando al escondite, y nunca más se volvió ha saber nada de él; la leyenda de la manada de lobos que acechaba las casas en noches de viento para llevarse a los niños que escapaban de sus camas para explorar la noche a la luz de una linterna. Leyendas para asustar niños y dejar poso en el adulto que llevan dentro. Mi abuela decía: El lobo, nuestro ancestral enemigo, no aúlla a la luna, sino a la obra del hombre. Llegué al pie del muro de nuestras chanzas infantiles, la noche se pobló de seres trasparentes que no se dejaban ver, duendes y brujas me susurraban en boca del viento que mecía las ramas de los árboles. Lobos hambrientos acechaban en la juguetona oscuridad.
Correspondí a su saludo sin darle ocasión de clavar sus dientes en mi cuerpo. -Metafóricamente hablando- Me desvié a la derecha y rogué al cielo que me concediera la gracia de la soledad hasta después de obsequiarme con una gratificante ducha. Debí parecer el gato con botas, el que abarcaba siete leguas a cada paso, ya que me di de bruces con la puerta en cuatro pasos. Mi mano salió disparada hacía el pomo, mi cerebro cruzó mentalmente dos dedos inexistentes, ansiando desesperadamente que aquella puta cerradura estuviera abierta
Los recuerdos salieron a mi encuentro, haciéndome retroceder en el calendario hasta los 11 años. La tapia que rodeaba el jardín-huerto había sido el escenario de nuestros juegos y chanzas infantiles, creí ver a mi hermana, a mis primos y a mí mismo subiendo por la parte baja del muro, riendo y llegando a lo más alto, cerca de las ramas de los árboles. Conservo una cicatriz en la rodilla derecha fruto de una caída originada en el calor de un duelo de espadas en lo alto del muro. Nos subíamos a los árboles que nuestra imaginación convertía en palos de mesana o de trinquete de un fantástico galeón que surcaba veloz nuestra infancia. La abuela no hacía más que preocuparse por nuestras caídas y golpes, llegando su desesperación al máximo cuando vio una liana colgando de una de las gruesas ramas del árbol más alto del jardín. Regalo de nuestro tío Felipe. El juego del abordaje, desde la tapia a la liana fue el más intenso de aquel verano.
El agua caliente descendía por mi cuerpo arrastrando el sudor añejo de una remota noche de farra. Fue como accionar un interruptor, mi cerebro se relajó y no dictó orden alguna codificada como señal electro-química a ninguna parte de mí hastiado cuerpo. Mis putas neuronas comenzaron ha realizar malabares con los datos recogidos en las últimas horas que amenazaban con abrumar mi banco orgánico de datos. Una pregunta floreció entre aquella maraña sin sentido. ¿Qué puede ser tan importante que obliga “Al lobo” ha ausentarse el día del entierro de su madre? Mientras el agua caliente descendía en cascadas por todo mí cuerpo, intentaba desbrozar entre aquella espesura de suposiciones, opiniones y confesiones, la respuesta a una pregunta por lo menos. Respuestas que se convertían a su vez en supuestos que necesitaban a su vez de una nueva explicación. Un verdadero circulo vicioso que amenazaba con hacer saltar por los aires mi ya mermada capacidad de escudriñar en los recovecos de la situación en la que nos encontrábamos.
GIF Aurrerapena iltzailea
Retazos de el lobo gallego.
Brotamos del manantial materno puros como el aire ártico, frescos como la rosa que amaneciendo descubre gotas de agua en sus pétalos. Al poco de haber iniciado el curso de nuestra existencia vienen a unirse a nuestro caudal, regueros que promueven un cambio en nuestro ser original. Recorremos paisajes montañosos a gran velocidad y con frecuentes saltos al vacío, la espuma que nos arranca la gravedad al caer se va disolviendo en riveras preñadas de flores. Los buitres leonados observan desde las alturas. Nuestro viaje pasa ha desplegar ante nosotros valles glaciares de gran belleza. La orografía de la vida nos va encauzando al tiempo que nuevas y más potentes corrientes nos hacen crecer y cambiar hasta el punto de no recordar como éramos al brotar. Las bestias salvajes calman su sed en nuestro caudal. Los hombres quieren domarnos para mover sus ingenios mecánicos. Los peces y anfibios nadan con nosotros en la misma, o en distinta dirección. Puentes unen nuestras riveras y separan a los hombres, puentes-frontera que traspasamos y olvidamos distraídos por la contribución de nuevos afluentes. La educación, la política, la religión, el sistema de consumo, las relaciones humanas, todas ellas sin excepción nos adulteran, y borran el más mínimo rastro de nuestra pureza original.
"La última cena, Marionetas, Aurrerapena iltzailea, la fuga de cristo, la teta de María"
Dichas operaciones se efectúan por lógicas razones de seguridad una vez cada dos meses aproximadamente, independientemente de la estación del año, el único factor fijo es que se den unas condiciones meteorológicas mínimas. Sería una casualidad que una de aquellas entregas hubiera coincidido con el fallecimiento de la abuela Carmen. Era preferible pensar eso, que sospechar que todo obedecía a maniobras estratégicas que buscaran un posicionamiento más favorable en la nueva era pos-Carmen.
Aquí abajo enlace al blog: Galería virtual Abel Corchero.
Contenido:
Cuadros, fotografías de mi tierra, y entregas de la historia “El lobo Gallego"
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